Chapultepec, santuario vivo: hallan nuevas especies de colibríes en la Segunda Sección

En pleno corazón de la capital, el Bosque de Chapultepec sigue dando sorpresas. Cinco nuevas especies de colibríes fueron recientemente identificadas en su Segunda Sección, un descubrimiento que subraya el valor ecológico de este emblemático pulmón verde y demuestra que la naturaleza florece incluso entre el concreto.

Este avistamiento no fue obra del azar, sino resultado del Monitoreo Participativo de Aves, un proyecto impulsado por el Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental en conjunto con la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema). En él, ciudadanos y expertos colaboran codo a codo para observar, registrar y proteger la rica avifauna de la ciudad.

Una señal alentadora del ecosistema

La aparición de estas nuevas especies de colibríes sugiere una mejora en las condiciones del hábitat y una mayor disponibilidad de recursos naturales. Es decir, el bosque no solo sobrevive, sino que se fortalece gracias a los esfuerzos de conservación y a la creciente conciencia ambiental de la población.

Ciudadanos: protagonistas de la conservación

Uno de los aspectos más destacados del hallazgo es la activa participación de la ciudadanía. Gracias a su entusiasmo y compromiso, se ha podido documentar con mayor precisión la vida silvestre del área y fomentar su protección. Esta colaboración también ha servido para conectar a los capitalinos con su entorno natural.

Un refugio en tiempos de cambio climático

El Bosque de Chapultepec alberga más de 300 especies de aves, muchas de ellas migratorias. Su papel como refugio natural se vuelve aún más crucial ante los efectos del cambio climático. Además de mejorar la calidad del aire y regular el clima, este espacio es un santuario de biodiversidad urbana que inspira y educa.

Una invitación a mirar al cielo

Como parte de sus actividades, el bosque ofrece recorridos gratuitos de avistamiento de aves, donde es posible observar hasta 150 especies diferentes. Una oportunidad perfecta para conocer de cerca la riqueza natural de la ciudad y, quizá, descubrir la próxima joya alada que habite entre sus árboles.

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